viernes, 3 de septiembre de 2010

SOHBET: Traga Tu Ira – Y Digiérela

Traga Tu Ira – Y Digiérela
Por Mawlana Sheij al Qabbani (Q)

Aquellos de nosotros cuyos cuerpos físicos han "subido la colina", con ello quiero decir, pasados los cincuenta más o menos, hemos que afrontar el hecho de que, independientemente de lo bien que cuidemos de nosotros mismos, nuestras capacidades físicas se van deteriorando gradualmente: paso a paso nos aproximamos a la muerte.

Pero en cuanto a nuestra condición espiritual, no existe tal límite, no hay una edad en la que estos poderes estén en su máximo, y después vuelvan hacia atrás. El poder espiritual puede continuar creciendo fuertemente a lo largo de nuestras vidas, pero debemos buscar condiciones conducentes a este crecimiento continuo, eliminando aquellas características que amenazan con ahogar esta preciosa planta.
Una de las malas hierbas más dañinas, el mayor enemigo de nuestro crecimiento espiritual, es la ira generada por la vanidad de nuestros egos. Cuando la ira ruge, se traga la luz de la fe, transformándola en fuego. La luz de la Fe es la luz pura de Dios, pero cuando se transforma en fuego ya no ilumina más, quema.

Cuando te veas sobrepasado por la ira, debes correr rápidamente hacia un espejo, y contemplar tu propio rostro. Ese feo espectáculo será suficiente para calmar tu ira, porque: ¿quién quiere tener el aspecto del diablo en persona? Cuando una persona está enfadada, sus acciones son satánicas –destructivas y autodestructivas. Nuestro Grandsheij insistía en la necesidad de abandonar la ira, porque cuando la ira del ego domina a una persona, ésta puede incluso negar fácilmente la soberanía de Dios, y ponerse en rebeldía contra El Todopoderoso –y esto es muy peligroso. La ira también causa estragos en nuestro cuerpo físico, provocando enfermedades y envejecimiento prematuro, especialmente cuando se mantiene un alto nivel de ira a lo largo de un período prolongado de tiempo.

Muy pocas personas pueden echar atrás la ira cuando ésta les asalta. Es por esto que tan poca gente avanza espiritualmente. La razón de que la ira sea tan difícil de derrotar es, simplemente, porque es una parte intrínseca de nuestra constitución física y espiritual. La ira se corresponde al elemento del fuego en nuestra estructura, que está hecha de un equilibrio de fuego, agua, tierra y aire. Sólo aquellas personas entrenadas desde muy jóvenes por padres o profesores con discernimiento habrán aprendido a mantener estos elementos en equilibrio. Para la mayoría de personas, cada uno de estos elementos predominará en diferentes ocasiones, en función las circunstancias externas y las propensiones internas, haciendo mover el equilibrio fuera del centro.

Las llamas del fuego explotan frente a la provocación y el acoso, la agresión o los intentos de someter la voluntad (del niño). Como estas situaciones suelen ser frecuentes en nuestros primeros años, todos somos candidatos a enfadarnos, y desde muy tierna edad.

Nuestro Grandsheij también sugirió que realizáramos un Dhikr (oración-meditación) especial por la noche, para ganar el control en nuestra lucha contra la ira. Cuando te levantes en el último tercio de la noche para llevar a cabo oraciones superrogatorias, y después de realizar tus abluciones, empieza por dirigir tu rostro hacia la Casa de Dios e implóraLe que te ayude en tu intento de someter la ira. Entonces repite cien veces "Ya Halim", que significa "Oh (Dios, que es) Paciente y Lento a la Ira". Este nombre, al-Halim, es un atributo Divino de Dios, que Él desea derramar generosamente sobre nosotros, cuando buscamos recibirlo.
El primer paso es pedir a Dios, de esta forma, que nos ayude a ser pacientes; entonces hemos de meditar sobre este Divino Atributo, para que podamos absorberlo en nuestro ser. Literalmente lo estamos llamando sobre nosotros mismos. A continuación, debemos adoptar una práctica en nuestras vidas diarias que nos lleve a este propósito. Esta práctica es, simplemente, no mostrar ira, incluso cuando sientas la ola que brota en tu interior. No escupas tal ira a los que están a tu alrededor, envenenando la atmósfera, como un dragón que escupe fuego.

Retenla dentro, pero no como un trozo de comida sin digerir; no, tienes que digerirla. Una cierta cantidad de ira es parte integrante de cada personalidad. Sin algo de este fuego en nuestra constitución moriríamos; por ello, es posible para nosotros digerir una cierta cantidad de ira sin sufrir efectos secundarios adversos. Por supuesto, si no cambiáramos durante un largo período de tiempo, y siguiéramos tragando la misma cantidad de ira, sería una sobredosis; pero éste no es el caso, porque con el tiempo nuestra toma de ira disminuye a medida que aprendemos, y se nos garantiza la capacidad de no reaccionar con enfado ante la provocación en primer lugar. Así, igual que el bebé inicialmente bebe grandes cantidades de leche, y después se ajusta a la comida sólida, disminuyendo su consumo de leche drásticamente, nosotros podemos tragar y digerir la ira, con el pleno conocimiento de que otras formas de nutrición aparecerán pronto.

Si podéis conseguir refrenaros y no mostrar ira durante cuarenta días, habréis pasado un gran hito en el camino. Cuando os asedie, tenéis que evadirla, y cuando surja de vosotros, tenéis que tragarla. Si podéis evitarla con éxito durante cuarenta días, la ira empezará a asaltaros con menos frecuencia: una vez cada cuarenta días. Si conseguís manteneros los cuarenta días iniciales, y después, frente a cuarenta asaltos más (cuarenta períodos de cuarenta días, un poco más de cuatro años), Satán anunciará a sus ayudantes: "No os molestéis en atacar a esta persona; sólo estáis gastando vuestro tiempo y energía. Sus defensas son impenetrables: mil ataques son tan fútiles como uno solo. Dejadlo, ha escapado de nuestras manos".

Los ayudantes de Satán son: el ego que sólo piensa en sí mismo, los deseos vanos y el amor por las cosas del mundo: estos son nuestros cuatro grandes enemigos, y quien aprenda a controlar su ira conseguirá la victoria contra estas bajas influencias. En el momento en que sintáis la ira levantándose en vosotros, debéis ser conscientes de que estáis siendo probados. Estas pruebas se os envían en vuestro camino espiritual para conocer vuestra fiabilidad. Se os envían sucesos desagradables desde ese reino, de forma que tengáis la oportunidad de mostrar paciencia, y con ello avanzar hacia vuestro objetivo. Si no existiera ningún beneficio en la ira, ésta no existiría. El beneficio se encuentra en ser paciente frente a ella. Sin pasar esta prueba no es posible mejorar.

La paciencia es la llave hacia las Estaciones Divinas, y esta llave se forja afrontando las situaciones odiosas con paciencia y controlando vuestro enfado. Por ello, la ira es una espada con dos extremos: si podéis coger firmemente su mango, entonces podréis rasgar los velos que están cegando los ojos de vuestro corazón; pero si está en las manos de vuestros enemigos, vuestra fe será cercenada.